Mi hermana es una guerrera
que no tuvo miedo a nacer,
blandió una espada sin saber
y domó fantasmas con ella,
doble filo de hoja sostuvo
con empuñadura forjada de fé.
En su vientre quedaron las huellas
de su batalla más feroz,
en su cabeza espadazos dejó
la lucha, que arresió con euforia,
corona perpetua para la guerrera
que nos recuerda su gloriosa victoria.
Mirada recelosa de centinela,
corazón frágil que se quiebra en un suspiro,
apacible hasta que algo la incomoda
y se vuelve como un mar embravecido,
pero deja su yelmo a los pies de la cama
y le canta al niño dormido.
Hija de reyes, sangre bravía,
a veces la traiciona su bocaza,
es allí cuando me acerco a ella
y le pido que baje la coraza
que afloje la armadura ceñida,
saque al sol la nena contenida...
Yo soy su hermana, alma del bosque,
guerrera del agua y de la tierra,
corazón manso, espíritu errante
que es salvaje si se lo encierra.
Pero ella es guerrera de la vida misma,
guerrera del sol, la luna y las estrellas,
la elegida por Dios, que va en su presencia
aunque a veces dude que esté con ella.
Aunque esconda la corona con su pelo dorado
aunque tape las cicatrices así nadie las puede ver,
ella no sabe que es guerrera del cielo,
la prueba misma de que los milagros
pueden suceder.