En honor a Randy, mi amado hijo,
Mi fiel compañero, mi mayor tesoro,
Tus palabras resonaron en mi corazón,
Prometiendo que nunca me dejarías solo.
Fuiste mi apoyo, mi fuerza y mi guía,
Un lazo eterno que nadie pudo romper,
Con amor incondicional me bendecías,
Y en cada paso juntos, fortaleza pude obtener.
Tú, mi hijo mayor, mi orgullo y mi alegría,
Siempre estuviste a mi lado, sin vacilar,
En cada sonrisa, en cada noche y día,
Tu amor inmenso me hizo brillar.
Recuerdo tus palabras, llenas de compromiso,
De no casarte para no dejarme sola,
En tu corazón, un amor tan preciso,
Un lazo tan fuerte como el sol en su aureola.
Pero ahora te has ido, partiste hacia el cielo,
Y aunque tu presencia física no esté aquí,
Tu espíritu vive en mí, en un anhelo,
Eres mi eterno compañero, mi razón de ser.
Aunque el dolor me embargue, sé que estás presente,
Tu amor infinito nunca dejará de existir,
En cada latido de mi corazón, lo siento,
Eres mi guía, mi ángel, mi eterno vivir.
Randy, mi hijo amado, siempre en mi alma,
Tus recuerdos son tesoros que guardaré,
Tu amor y lealtad, una luz que me calma,
En cada pensamiento, en cada amanecer.
Que en la eternidad encuentres descanso,
Y en mi corazón, tu memoria vivirá,
Eres mi hijo, mi amoroso lazo,
Hasta el último aliento, te amaré sin cesar.
Este poema está dedicado a la memoria de Randy, que fue un hijo fiel y un compañero incondicional para su madre. Que encuentre consuelo en los recuerdos compartidos y en el amor eterno que los une.