Caminando yo aprendí,
a vencer muchas quimeras;
que los años van volando
como viento, como niebla;
que así pasan los veranos,
inviernos y primaveras;
que el otoño inesperado
a la vida, siempre llega.
Que las hojas van cayendo
y el árbol, desnudo queda,
que el tiempo las va arrastrando
las estruja, se las lleva.
Y el árbol que era frondoso,
queda lleno de veredas.
Pero nada es para siempre
le oí decir a la abuela
que yace en el Camposanto
y hoy el alma la recuerda,
como al abuelo y mi madre
que hablaron, como profetas.
Hoy camino convencido
que la vida es una escuela
porque nos va demostrando
cosas malas, cosas buenas.
Y en ese camino eliges
con cuáles de ellas, te quedas.
Y aprendí que la palabra
a muchos les salen huecas
con sabor a hipocresía.
La vida es bella... ¡y compleja!
Te va marcando el camino
que vas dejando con huellas.
Y aprendí que los rumores
abundan más que las piedras.
Que la ciencia vuelve opaca
si al rumor nunca interesa
ser la luz en el camino
para cosas verdaderas.
Caminando se descubren
los caminos, las veredas,
los amigos verdaderos,
las amigas verdaderas.
Y aprendí que, en los caminos,
van quedando esas estelas;
que el amor es muy sublime
y te impulsa a cosas bellas
si nace dentro del alma
y se entrega y nada espera.
Ese amor es el genuino...
¡Qué belleza que aparezca!
Y aprendí que ser feliz
es cual nube pasajera
que surcando va los cielos
con figuras muy espesas
y al soplar los ventarrones
se disipan en las selvas.
Así va la hermosa vida
navegando en las mareas,
unas fuertes y aflictivas
mas en otras, tú te elevas,
con espíritu guerrero
conquistando muchas metas.
Cuántas cosas aprendidas
que decirlas yo quisiera
pero son tantas y tantas
que el recuerdo, se tropieza,
se detiene, pero sigue
y alimenta mi conciencia.
Una cosa yo les digo
porque duele y me impacienta:
«La traición no es soportable
y se esconde entre la jerga
de los que diciendo ser
no son nada, ni hacen nada…
¡Ay de aquellos que les crean!»