La amé sin conocer el amor
sin vivir las mieles del cariño
con sentimientos de niño
como las espinas sin flor.
La amé ignorando el dolor,
desconocido en el instante;
como necio principiante,
que comete mil errores,
se cumplieron los temores
de la ola que no regresa
y a la playa pristina no besa;
la amé desde el principio,
del tiempo que no regresa,
del amor que no se expresa
y se convierte en suplicio.