Cuando vuelva a andar estos caminos el día de mañana, podré ver las flores nacidas de los sueños que he sembrado a cada paso. Quizá, me vea sentado bajo la inmensa copa del pino que hoy me sirve de paraguas. Los cánticos de las mil aves que estas tierras pueblan, a lo mejor, me recuerdan quién soy y me sientan a mi lado a contemplarme...
La fina lluvia que riega este día gris penetra a las entrañas de la tierra y la dota de un frescor que me sumerge en estas meditaciones donde alivio los dolores del alma. Quizá, no necesite más nada que volcar lo que siento en cada línea, mientras entre líneas, me desapego de las necesidades ficticias. La lluvia aprieta, limpia cada rincón del ser y, quizá, mañana también lo haga. Correré bajo ella para dotar a mis pulmones de vida, de cantos, del eco de cencerros... Huiré de los lobos que quieren crearme necesidades que mi alma no necesita. No miraré atrás, salvo para integrar las experiencias del camino andado en el que transito ahora...
Volveré a sentarme bajo los árboles y me dejaré empapar por las lágrimas del cielo de aquellos que murieron encarcelados y quieren que hoy germinemos nuestra libertad.