Lourdes Aguilar

MARCHA SINIESTRA

La nave en la que viajábamos atravesaba un valle boscoso entre sus impresionantes cañones, sinuosas veredas entre montañas cuya roca cortaba a veces la exuberante vegetación dejando al descubierto altas cascadas y monolitos de diversas formas, en el interior de la nave los numerosos viajeros convivían alegre y despreocupadamente con sus respectivas amistades o familias sin prestar especial interés en los paisajes, tal vez por estar habituados a ese entorno y a las bajadas abruptas. La nave lenta, segura y silenciosa avanzaba apenas vibrando durante su recorrido por las vías delgadas que la guiaban como suspendidas en el vacío; a mí las relaciones sociales no se me dan, suelo ser bastante fría en ese sentido, por eso durante el viaje sólo observaba a los diversos grupos de gente que deambulaba en dicha nave, sentadas en el suelo donde les placiera puesto que no contaba con asientos o simplemente paradas cerca de los ventanales

 En algún momento creí ver una línea que se atravesaba, un hilo delgado que apareció en un  parpadeo y el cual pensé al principio era una distorsión en mi visión o un efecto óptico, pero poco a poco se fue ensanchándose, haciéndose cada vez más nítida hasta que pude percatarme de que estaba formada por pasos, como si gente invisible desfilara en fila india desde y hacia quién sabe dónde siguiendo su propia ruta atravesándose con la nave, pasos de gente, al menos eso pensé, gente tal vez parecida a nosotros siguiendo su propia ruta, seres en marcha militar, en peregrinación en duelo o realizando algún rito, seres invisibles a los ojos pero cuyos pasos perfectamente marcados y sincronizados delataban su presencia, presencia que solo yo parecía notar que nuestra intromisión de seres corpóreos entorpecía pues debía permanecer inalterable por alguna misteriosa razón o atenerse a las consecuencias, pero ¿cómo decírselo a los demás?

La aparición delos pasos ocasionó que el ambiente se alterara: había algo en el ambiente circundante, una pesadez, un algo inquietante, como miradas, como susurros inaudibles que advertían acerca de esas presencias, no digamos fantasmales sino regionales, seres autóctonos cuyos pies imposibles dejaban su estela flotante, imposible para una mente racional pero sin embargo están ,abriéndose paso y de repente distorsionándose psicodélica y grotescamente al chocar con nosotros, pasajeros de la nave inanimada, la cual no parecía estorbarles en absoluto, nosotros en cambio, seres de carne y hueso éramos diferentes y era claro que eso les molestaba, mostrando su enojo al distorsionarse la línea de pasos como en si se tratara de ondas de un electrocardiograma, se rompían los pasos y de uno a otro lado subían y bajaban en picos agudos de colores chillones, líneas torcidas desprendiendo rayos y figuras calavéricas en el espacio donde la gente, ajena a esos acontecimientos continuaba su risa y su plática.

Miraba yo esas alteraciones sin saber que hacer, el espacio era amplio, si tan solo vieran la imágenes que yo veía los demás no dudarían en hacerse a un lado para permitir a la fina continuar su camino, éramos nosotros y no ellos quienes debíamos ceder, los colores chillones y las figuras de calaveras me herían la vista, sus cuencas tan negras parecían querer absorbernos, y en toda esa macabra escena no tenía forma de convencer o empujar a la gente que seguía atravesándose, había niños que miraban desconcertados y eso era lo peor, ellos también presentían, los pasos no se detendrían, simplemente se reconstruirían a pesar de nuestro obstáculo, pero nosotros no volveríamos a ser los mismos, , no los que presenciamos su enojo, no los que rompieron la marcha con su cuerpo ni la nave que nos conducía, y mientras yo me arrinconaba evitando ser un estorbo más se escuchó un roce, luego un tumo y  por último el tronido espeluznante antes de que saliéramos disparados hacia el vacío.

No hubo gritos, no hubo tiempo para eso, la nave rebotó fuera de sus vías, aventando y estrellándonos contra paredes, piso y ventanales, hubo poca sangre, solo golpes y más golpes y en el fondo del barranco la nave abollada e inservible, la ayuda llegó después, no había a quien culpar, esas cosas pasan con cualquier máquina de vez en cuando, arriba, como flotando en el cielo se elevaba una línea irregular y se perdía en el horizonte, igual que mi conciencia.