Me Quedo Aquí XIV
Me quedo aquí como el color del azul del cielo,
que atormenta cuando llega el gris color de una tempestad,
o como el color verde al contrario de las hojas de los árboles,
del pasto o de la hierba o del tallo de las rosas,
me quedo aquí, pues, mi cuerpo yace en el tiempo,
como flota entre nubes blancas,
pues, si de tu boca exhala el aire,
y de mí el viento en mi boca queda álgido,
como el frío en mi piel bendita,
me quedo aquí como el color negro,
y de un luto inmortal,
si yace mi bondad inalterada,
cuando corre en ser el mes del amor,
y haciendo del mes un sólo corazón,
amando como jamás,
me pierdo sin cizaña,
sin envidias ni colores al azar,
que comienza a dar una fuerza,
me quedo aquí,
como el color del amarillo,
o como la piedra en topacio,
que arranca en ser como el lacio dolor,
y su corteza es tan fuerte como perdura,
me quedo aquí,
es como la fuerza en el color del arte,
cuando me desnudo como el latir del corazón,
me quedo aquí,
cuando mi cuerpo y mis ojos cercenados desde hace tiempo,
si mis ojos no ven lo que ven,
y mi cuerpo está en pasión,
tortura y en un infortunio de la locura,
de un psicópata o maloliente hombre,
si me quedo aquí,
como el color oro,
buscando y anhelando todo lo caro,
o como el color de plata,
o como el vestido de color plateado,
en que corre en ser como lo ideado,
me quedo aquí,
como un sortilegio o jeroglífico,
sin saber de su escritura,
cuando en el inusual desastre,
se calma el cometido,
de creer en lo hondo de un amor,
en que sólo el color rojo,
se siente como el color del corazón,
cuando en el suplemento se configura,
con el complemento de un sólo amor,
y si me quedo aquí,
como mis ojos dando la luz que no ven,
en plena oscuridad como el color negro,
y la luz del color blanco,
dos polos opuestos, pero, tan eficaces para poder observar,
lo que comienza en poder creer en el alma a ciegas,
y mirando a lo lejos,
queda el alma,
como un suburbio automatizado,
dejando caer el corazón,
hacia la misma inmensidad,
cuando ocurre la amarga soledad,
y quedo en desolación,
sin luz ni claridad,
cuando me das el miedo,
el susto y el horror,
de querer barrer el cielo y la Tierra,
y de creer en el alma,
a ciegas como en la calma,
demostrando el único amor,
y en el alma una luz descendente,
me quedo aquí,
en el alma con una luz,
cuando opaca esa luz,
y llega a ser como el color negro,
de un dix como el ónix,
cuando no calmas mis pesares,
como el dolor de una herida,
pasando de un estado líquido a una consistencia sólida,
en que es grave el deseo,
cuando arde en mí el dolor,
en querer ser como el calor,
pero, me quedo aquí,
con una inicial en mi nombre que dice es más,
que el dolor que me has dado vida mía…
Por: Srta. Zoraya M. Rodríguez
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