Fue una larga y dulce mirada
la que abrió las puertas de mi alma
apareciendo la sintonía de la nada
con notas románticas en calma.
Mis ojos dejaron de ser mis luceros
al mudarse al espacio que ocupaba
tu cuerpo convertido en un deseo
que nutría lo que yo más anhelaba.
Dejar de verte era sufrir el suplicio
de caminar lento con cortos pasos
hacia la sala de un nuevo inicio
no apetecible, atrapado por el retraso.
Ya caminando por el sendero del amor,
mi corazón suavemente percibía
señales que lucían su esplendor,
doradas por el encanto que tú poseías.
José Antonio Artés