Vi tres hormigas
pasar por el camino
donde yo estaba.
Las saludé,
pero ella no me oyeron,
tenían prisa.
Luego vi un grajo,
posarse, vigilante,
por mi comida.
Será el bocata,
pensé, lo que le atrae,
de mi mochila.
Después el sol,
marchó hacia el horizonte
sin despedirse.
Le dije adiós,
no importa su silencio,
sé que me escucha.
Por fin las sombras
llegaron, con la noche
hasta mi lado.
Y continué,
con ellas el camino
hasta el refugio.
Allí dormí,
soñando con tus labios,
querida luna.
Rafael Sánchez Ortega ©
14/10/23