Me sabes a otoño.
A la húmeda virginidad de los frutales después de la cosecha,
antes de que la hojarasca los desnude sobre el suelo
y mueran otra vez bajo el beso de la luz, en la espera evanescente de ese sueño recurrente que es la vida al fin y al cabo.
Me sabes a otoño.
Al viento que curiosea aquí y allá, danzante por las lomas y los valles, peinando y despeinando hierbas y recuerdos al azar, mientras el cielo guarda silencioso sus secretos.
Al humo del hogar, que se enciende de nuevo y que, lentamente, se va y se mezcla con el tiempo, dejándonos su aroma grabado a fuego en la memoria.
Me sabes a otoño,
a noches de brasero,
a tierra removida,
al rumor del aguacero,
al calor de una sonrisa,
al tacto de lo incierto,
a la mirada más sencilla,
a todo cuanto quiero.