Solos, a dos manos, siendo no más de uno,
solos, a dos, no siendo más que oscura habla,
solos, consuman su deseo en bengalí o en fabla,
solos, necesitan más de Hestia que de Juno;
calladamente se van diciendo de los hilos,
penden sus pesares en clavículas desnudas,
y despejan en café de taza animales dudas
evitando lo posible exponer asaz sus filos;
solos, solísimos, en cierta blanda cama
callan sus murmullos de pesares, penas, bruma,
solos y en sus vanas soledades de pijama
calman la palpitación, canción de cuna;
salen a pescar, ¿qué pescan? Peces, claro,
algunos calamares que les gritan cosas,
a veces con sus mallas también cazan mariposas,
y besos que se comen las pestañas con descaro;
solos, los dos, casi que uno, se tienen
soportan su peso en la columna del otro,
son una mantícora, un adalid, acamellado potro,
y son solo para el otro, y para sí, no temen,
uno dice «basta», el otro continua y son los dos,
ambos se han cansado y, sin embargo, hay otro día,
como enjugan el sudor, extienden la melancolía
y tienen más certeza de lo suyo que de dios,
solos, uno a uno, a veces solo uno, siempre dos.