Amada mía, si el olvido certeramente arremete
acosando tu semblante con aires de libertad,
disponiéndote a pensar que ya no te siento,
que tus rastros los vedo con cadenas
y que de tu fuego me hice enemigo,
que la escisión de nuestras almas, ahora,
ya no me propicia a sentir las dolencias,
que por abandonarte no me arrepiento
y que calcino a los vestigios que me dejaste;
para mí, grato es saber que nunca renunciaste
a las remembranzas que con reserva
guardo profundamente en tus sentimientos,
no mates en tu dermis las insistencias
y cesa tus lamentos en tus noches en vela,
las espinas que se te injertaron languidecen
con crueldad a tu corazón, más yo,
las cambiaré por las flores que se renuevan
bellamente sobre nuestro idilio al consumarlo.
Seguro estoy que me amas con pasión,
aún cuando te hallas de mí distante,
me amas en tus recuerdos y vuelas,
eres llevada por el fervor del entusiasmo
atravesando mares y sorteando al viento,
persistente sigues en el cielo a los vestigios
de las estrellas que gráciles brillan en la inmensidad,
porque me buscas con ímpetu continuamente
y vas vociferando en silencio nuestro secreto,
mas las veces en que se esconde mi hálito
te abruman la zozobra y el cansancio;
no temas, aún te sigo hacia la eternidad
y no he de abandonarte te lo manifiesto,
tú sabes que perpetuamente te he de amar,
aunque siempre se oculten mis estelas,
siempre estoy presente en tus pensamientos
y deberás soportar a los litigios de monstruos
hasta el día que nos volvamos a encontrar.