A mi no me sorprende la sangre de tu pluma
ni me sorprende el eco de tu melancolía,
me sorprende el andar en eterna sangría
convocando a los dioses entre la turbia bruma.
Para qué despeñarse con versos si se esfuma
el hálito del ser que roe la entropía.
La vejez es reverso, es la gran vieja arpía
que picotea el vientre. El tiempo ya no suma
guirnaldas a tu rostro sino que va secando
esos pocos oasis en los que tú abrevabas
caléndulas y besos que en versos los trocabas.
Hoy sólo las cenizas tu tinta van pintando
de negruras y grises, arroyos de nostalgias
y a veces de recuerdos, dolorosas neuralgias.