Perdí el apetito
de escribir sonetos
cuando ella me dijo:
Mañana no vuelvo.
Y yo como siempre,
acepté su marcha.
Sin siquiera verle,
dejé que se vaya.
Reprimí las ganas.
Apreté los puños.
¡No le dije nada!
Tal vez fue mi orgullo.
Perdí el apetito.
¡Eso es lo de menos!
Tomó otro camino.
Ya no escribo versos.