¿Dónde está?, preguntaba mis amigos.
Y sólo respondía mi silencio,
Incierto mi destino parecía
para permanecer en el lugar.
El frío congelaba hasta la tierra,
dejaron de cantar verdes jilgueros,
más nadie se atrevía ahora hablar,
no se si por vergüenza o por dolor.
Comprendí que debía ya marcharme.
A nadie le importó que yo me fuera:
jamás supieron ellos que existía.
Yo sueño ser Quijote de este tiempo.
Y observo con tristeza mi destino,
oscuro silencioso pensamiento.
Jaime Correa