En mi pecho la melancolía se anida,
un dolor profundo que no se olvida.
Duele recordarte en cada latido,
y más aún, amarte en el olvido.
Cada latido, un eco delicado,
de un amor que en recuerdos se ha quedado.
La quietud se convierte en un eterno encierro,
donde resuenan los suspiros que dejaste en el invierno.
Esa indiferencia que me lacera el alma,
me hiere más que una herida que sangra.
Mis ganas se desvanecen en el vacío,
y mis sentimientos se sumergen en el frío.
La melancolía es mi fiel compañera,
en cada suspiro, en cada quimera.
Te llevaste mi alegría y mis risas,
y dejaste en su lugar nostalgia y pesar.
Me miro al espejo y veo el reflejo triste,
de alguien que amó sin ser correspondido.
Pero en esta poesía desahogo el llanto,
y le doy voz a mi corazón desencantado.
Duele recordarte y más aún amarte,
en esta tristeza que no sabe cómo olvidarte.
Pero mientras escribo estas letras de despedida,
mi melancolía se vuelve poesía.