Desde que sale el sol
hasta que llegue la noche
incansable y sin reproche
con alegría y amor
persistente en su labor
trabaja con mucho amor.
Desenvuelve su tejido
a la sombra de un espino
está el tejedor genuino
afanoso y decidido.
El tramero va y viene
cargando el hilo en sus brazos,
el siguís con diestros lazos
lo enmaraña y lo interviene,
y el maichac es quien sostiene.
Por su parte el roque danza,
ida y vuelta, y no se cansa
aprisionando los hilos
y la callua con gran filo
a porrazos se abalanza.
Virve trama y tejedor
los une el mismo destino,
el poncho del campesino
y la alforja del pastor
fueron hechos amor.
Con tu esqueleto rendido
con sus manos desgastadas,
con su espalda ya encorvada
y su rostro envejecido,
sigue tejiendo los hilos.
Si el tejedor no existiera,
ángel, de mano ligera
qué sería de María,
rebosito no tendría
ni sus hermosas polleras.
Desde Trujillo- Perú.