Llegó mi colibrí tornasolado
zumbando con su vuelo suspendido,
parecía canción su tenue ruido,
besó mi flor de rosa nacarado.
Perlas brotaron del bivalvo hinchado,
libó la miel y en vértigo fundido
incendió mi placer que había dormido
esperando su beso almibarado.
Troqueme de amapolas en vergel
y luego fui de rosas un jardín,
el viento me mecía con sus olas
y la luna apoyada en el dintel
cantaba con la brisa su sinfín
de ecos salmodiando barcarolas.