Ciento treinta y ocho noches han pasado,
sin poder tocarte, mi musa amada.
En mis sueños te encuentro, desesperado,
anhelando sentirte, dulce amada.
Imágenes borrosas, caricias vagas,
en mi mente se dibujan sin cesar.
Mi corazón late, anhela tus llamas,
ardiendo en pasión, en deseo voraz.
Te imagino desnuda, piel seductora,
besando mis labios con fervor divino.
Mis manos dibujan tu figura,
ansiando perderme en tu cuerpo fino.
Ciento treinta y ocho noches de agonía,
sin poder rozar tu suave piel.
Mi alma se consume, ansiosa, vacía,
buscando saciar este intenso querer.
El tiempo se alarga, se hace eterno,
mi musa inalcanzable, sueño distante.
En las letras me fundo, en versos tiernos,
expresando el anhelo de amarte constante.
Ciento treinta y ocho noches sin tenerte,
mi musa, mi inspiración, mi pasión.
El fuego arde en mis venas, caliente,
anhelando fundirnos en una única canción.
En cada palabra encuentro el consuelo,
de unirnos en un lazo intenso y ardiente.
Pues aunque no pueda tocarte, mi cielo,
en mi pluma te tengo, eternamente.