Contigo aprendí a ser el último,
a ser ese rastro de luz que se extingue,
a ser el eco que se desvanece en el viento,
a ser la sombra que se pierde en la noche.
Contigo aprendí a ser el último en tus pensamientos,
a ocupar el último lugar en tu corazón,
a ser el último en recibir tus palabras de amor,
a ser el último en tus sueños y en tus deseos.
Contigo aprendí a ser el último en tus planes,
a ser el último en tu lista de prioridades,
a ser el último en tus abrazos y caricias,
a ser el último en tu vida, aunque quisiera ser el primero.
Pero contigo también aprendí a valorarme,
a entender que merezco ser el primero,
a buscar mi propio camino y mi propia felicidad,
a dejar de ser el último y a ser el único para mí.
Y así, aunque aprendí a ser el último a tu lado,
también aprendí a ser el primero en mi propia historia,
a ser el protagonista de mi propio destino,
a ser libre y pleno, sin depender de nadie más.
Porque contigo aprendí muchas cosas,
y aunque ser el último dolió,
me enseñaste a valorarme y a buscar mi propio vuelo,
y por eso te agradezco, aunque ya no estés aquí.