No dejar huella
ni siquiera una arruga de voz
en la arena
como oración a ser uno mismo,
engatillar con ojos miopes
de delfín
el cielo constelado
enhebrar
con hilo azafranado
el cabello latente
de su corazón
cada domingo lujurioso
de este encanecido mar nuestro.
Pasar página
con afán de vendaval,
crear seres de piedra
con un abanico
o el calendario cautivo
de las soledades,
donde hacer pie
frente a los profundos párpados
del viento.