¡El dolor llega y se queda para siempre aquí!
Creemos que pasará,
pero no es así.
¡La ausencia es una herida grave, muy grave!
Creemos que cerrará,
pero no es así.
Los latigazos siempre dejan marcas.
Creemos que se borraran,
pero no es así.
Yo lo sé,
desde aquel diciembre enfermo con sus ríos
de sangre
descendiendo de mi corazón:
solo hay muros de huesos
miradas de sangre
y hermosos pájaros negros yendo
hacia la muerte.
Hace cientos de años que dura este frío
y estoy apegado a una hoguera
que sobrevive en la lumbre sembrada
por unos ojos
que ahora dormitan,
esperando quizás que en alguna noche clara
se despierte y me diga:
¡Ya he vuelto…!