-Soneto blanco-
Entre todas mis negras y ya idas
experiencias, otrora, se asomaba
detrás de mis pupilas azabaches:
era como la bruma inquisidora…
Que, como fiero perro va mordiendo
la conciencia con sus oscuros dientes.
Mordía sin piedad mi dolorido
pecho, desnudo y rojo por la bruma.
Ay, me pesaba el mundo sin color
y me calaba el frío de una ausencia.
Ay, las reminiscencias eran lobos…
Canes de toda angustia, de mi idilio
perturbador, que otrora como nubes
de lluvia me mostraba sin piedad.