Siempre el deseo del corazón
de espaldas al de la mente
desleal, infiel e indecente
origina gran decepción.
No hay ninguna generación
que a la tentación no sucumba
cavando su propia tumba
de ansiedad, estrés y perdición.
Caprichos, anhelos y amores
se tornan enrarecidos
sin vergüenza ni temores.
Se justican los casi errores
con la bandera de la excusa
de que somos pecadores.