Francisco M. Ortega

Cartel

 

 

Cerramos los domingos por pereza

y por voluntad propia

porque nos viene en gana y por desgana

por relajar los músculos y estirar las piernas,

cerramos como protesta a tanto esfuerzo vano

y por el bien de la flojera

por oír el humilde canto de los pájaros

la melodía del mar asalariado

el concierto de cuerpos que se desperezan.

Cerramos los domingos por traición al lunes

al dolor carpetovetónico

a la insulina del trabajo,

en rebeldía a los días de entresemana

a la falta de sueño, a la aporía horaria

y a la tiranía de la puntualidad.

Cerramos los domingos
 
para descanso del personal
 
por regocijo y por fiesta,

y porque ni hay bien ni hay mal

que cien años dure ni humano

preparado para tal resistencia.