¿Y qué es la muerte me pregunto
si la despellejamos y servimos
con esa facilidad que estremece
a todos los nacidos
y llevamos siglos y más siglos
siempre dándole vueltas a lo mismo?
Nunca se ha desvestido a nadie
como a ella,
tan alegremente
y con tan pertinaz uso
ni nadie nunca se ha servido
de nombre alguno
para decir
cosas tan terroríficas
de boca en boca en uso.
Si es que ha de ser,
que sea la muerte
eso que no sentimos,
que venga acompañada
de lo que sea,
igual me da,
de una marcha fúnebre
o de cualquier otro ritmo,
que sea alboroto continuo
y si es silencio
y con él nos fuimos
que el silencio sea mutuo
y si los ojos cerrados
y si no los abrimos,
que no haya otra luz
en cualquier rincón
de aquel innombrable sitio
que la de mi espíritu.
Me he cogido a la muerte
y lo hecho desde el principio,
con ese respeto debido
que tiene algo de miedo
y otra parte salomónica de olvido.
No se si podré mirarla a lo ojos,
quizás sean mis ojos
los que hablen
a través de mi espíritu.
De la muerte llegan ecos
muy significativos,
de los poetas que la vieron
unida a ese istmo
de los sentimientos
con el alma, corazón y los sentidos
y todo traducido a lo mismo,
resulta que si bien se mira
y yo lo he entendido,
detrás de la misma muerte,
solo hay silencios,
esos que se van con uno
y esos otros que llegan
para ver si encuentran hueco alguno
donde ejercitar de lo suyo.