Me diste un beso
y luego te marchaste
en aquel tren.
Marchabas lejos,
a tierras muy lejanas,
donde vivías.
Y me quedé
conmigo y el verano
que terminaba.
Éramos jóvenes
y el tiempo no corría
para nosotros.
Pero esta marcha
rompía los proyectos
que nos forjamos.
Adiós verano
y días tan felices
que compartimos.
Vas a tu vida,
me dije en un susurro,
y yo a la mía.
Pero me queda
tu amor y tu ternura
como recuerdo.
Y yo deseo
que nunca se marchiten
estas caricias.
Rafael Sánchez Ortega ©
23/10/23