El ave que salvaje se agita en mi pecho,
la nube siempre presente en los paisajes
de mi ensoñación,
el dilema que obnubila mi razón...
tal es el amor que has despertado en mí.
Un lugar donde el vasto océano sea nuestro
y bosques donde puedan brotar las flores
y la música de las hadas,
cielos llenos de palabras enamoradas...
tal es el mundo que quiero junto a tí.
Y si no basta con el deseo ni la esperanza
que este amor mío se convierta en cruz
y me entierren en el abismo
de lo que nunca pudo ser...
porque el alma, innagotable, siempre avanza
sea hacia la oscuridad o hacia la luz
en busca de su otra mitad...
...¡el paraíso solo estuvo completo
cuando Dios hizo a la mujer!
Somos víctimas de un amor que nos devora;
felices, pues, ardamos en su fuego, ebrios de miel
porque el alma que, prisionera del cuerpo, llora
será finalmente libre en otros labios, en otra piel.
Este amor que en mí despiertas
me ha abierto todas las puertas
de la felicidad que creía perdida.
Tan sútil fue tu hechizo
que el dolor en mí deshizo
y cerraste de mi corazón toda herida.
Si algún día lees estos versos
quiero que sepas que he vertido en ellos
todo mi amor y devoción por tí...
¡Por tí, la razón de mi vida!