En mi interior, el amor propio florece,
un sentimiento que me hace crecer,
me libera y mi ser fortalece.
Con cada paso, aprendo a renacer,
a valorarme y a buscarme el bien,
con el amor propio no puedo perecer.
Es un camino lleno de desdén,
de obstáculos y de dudas internas,
pero también de fuerza y de sostén.
El espejo refleja al fin mi guerra,
donde el amor propio es mi armadura,
me otorga la valentía que me encierra.
En cada caída, en cada bravura,
el amor propio brilla con luz pura,
nos hace madurar, trascender en altura.