Como ramos de frescas azucenas
floreció mi celeste poesía
que se viste de exóticos fulgores
que despiertan sus mágicas pupilas.
Embriagado en su encanto purpurino
voy pintando el amor en dulces rimas
como fluyen del mirlo sus trinares
con las notas de becquerianas liras.
Dibujar con mis letras su figura
tan sensual, tan excelsa, tan divina,
es querer penetrar en lo insondable
de Natura y su magia tan magnífica.
Me imagino al mirarla embelesado
que sus gracias perfectas y exquisitas
son la mezcla de ninfas y de náyades
por las manos de dioses esculpidas.
Observando su entorno dionisíaco
en el alma me nacen las ventiscas
que provocan intensas marejadas
de pasiones que encantan y cautivan.
Al tenerla de cerca, mis instintos
se convierten en sueños que deliran
pues pensando besarla ardientemente
se aceleran mis ansias que palpitan.
Como río violento y muy crecido
se desbordan mis venas encendidas
intentando encontrar palabras bellas
que mi verso impecable la describa
y mi numen revuela por los aires
rebuscando la frase más precisa
que le pueda pintar el gran deseo
que razón me mantiene sometida.
Y por eso me paso meditando
como un bardo con musa fría y cínica
que contempla el afán de poseerla
ignorando el amor que le prodiga;
y viviendo en su mundo apasionado
ilusiones románticas y líricas
la dibuja en su mente como estrella
cuya luz es la luz mas pura y mística.
Autor: Aníbal Rodríguez.