Procuré ser indomable,
muy seguro, persistente,
poderoso e incontestable,
asentado, consistente,
sin prejuicios y muy afable,
entregado y resistente,
sano, duro, pulcro, estable,
de principios permanentes
y sin dudas razonables,
muchas veces obediente
y otras veces responsable,
sobrio, serio, inteligente,
con moral inquebrantable,
mirada clara y sonriente.
Procuré ser impermeable
a los hechos y accidentes,
a mentiras y verdades
que te llegan de la gente,
a artimañas miserables,
a maniobras estridentes,
a infinitas falsedades
que se admiten fácilmente,
no acatar lo inaceptable
y no volverme impaciente,
a evitar lo censurable,
al mal pensar e inconsciente,
ignorar y oír en balde
a las voces insolentes.
Ante todo, fui inmutable,
nada pudo con mi suerte,
alcancé lo inalcanzable
con mi carácter paciente,
pero he de ser razonable,
verdadero y consecuente
y admitir que soy culpable
de mutarme en imprudente,
débil, blando y vulnerable
por un amor sorprendente,
perdí todo lo invariable,
en mi vida un referente,
y por él fui manejable
como el agua en un torrente.