oscar perdomo marin

Soy un espejo, mirĂ¡ndose asi mismo

Oscar Perdomo Marín

 

SOY UN ESPEJO, MIRÁNDOSE ASI MISMO

 

Tengo un río interior,

una canción prolongada y taciturna.

 

Soy la negación de la guerra

y la afirmación de la vida.

 

Amo la libertad de comer todos los días

Los detalles

Las pequeñas cosas.

 

Soy un espejo, mirándose así mismo.

 

Mi luz no alumbra

ni canta en la noche de los desesperados.

 

Soy apenas una palabra.

Carezco de vocales y consonantes;

un gemido, quizá, soy.

La negación de todo lo afirmativo

que me dijeron desde niño,

sobre las buenas y malas costumbres.

 

La calle hermafrodita fue mi padre y mi madre.

En ella comprendí al invierno

y supe que la ventisca solo azota los huesos

de los malaventurados de la tierra.

 

También supe

que el pan es la cruz de los pobres.

 

Yo vi a través del cristal a un niño hambriento,

devorando con los ojos mi comida

una tarde invernal en Santiago de Chile.

 

Fue una gran tristeza, muy opaca,

un regreso imprevisto a mi niñez de carencias.

 

El hambre de aquel niño

se me antojó de luz macilenta

como la que se pierde

en el ocaso de la cordillera;

la misma que descubrí después

en el otoño de París

y en el gris indolente,

barriendo las calles de Londres,

en pleno verano.

 

El hambre es tan universal

como el tiempo que pasa y el silencio

y un gemido de amor en las esquinas.

 

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