Mece el viento las almas de los árboles negros
así como las hojas salvan el patio muertas
y el visillo de fuera que cuelga de la puerta
donde surcan su luz lámparas de universo
espantando las sombras que cruzan el terreno
sembrado de desaires que no aguantan su fuerza.
Nada se queda quieto ni la mesa de piedra,
ondea una bandera del cenador su ex-techo.
Anoche me tomó por asalto el recuerdo
de nudos pelofríos que atrás dejó el poeta.
¡Si pudiera ayudarles a esquivar la escalera
por donde solos suben a las puertas del cielo!
Sus almas fueron blancas, ahora sentimiento.
Toda la paz es suya y el amor de la tierra.