jvnavarro

RECORDANDO LOS VIEJOS TIEMPOS

No es un canto bello.
No es canto.
Ni es bello.
Es aquello que cae,
la hoja que se la lleva veloz,
en ello,
el impertinente viento.

Es el ojo de cristal,
mustio y poco coqueto,
de un militar que se quedó
de un estornudo tuerto.

Es la melodía que viene
de un piano que irrumpe
desde el mismo cielo
y se rompe la música
y todo permanece en silencio.

Es un poema agudo,
con pocas esdrújulas
y muchos verbos,
con un sexto sentido
como los gatos
y con un poco de miedo
por si al ir a leerlo
se diera el caso
de que alguien, 
sin nombre cierto,
 no supiera salir del enredo
y se quedara encapsulado
en el interior
de uno de sus versos.

Es fácil huir de esto,
hay un camino directo
que lleva a los buenos lectores
de versos en versos,
con solo cerrar un libro
y abrir otro, 
sin dar tiempo
a que la mente piense
si hay cosa mejor que hacer,
ahora que sale a debate 
el saber por saber
o el saber impuesto.

Yo prefiero siempre lo primero,
de lo segundo tuve mi parte,
me reservo y es cierto
miles de imágenes que guardo
y cuanto más me meto en ello,
más me acuerdo de aquello.

Pasan por este reciclaje de recuerdos
desde Homero a Ptolomeo,
y sin querer dejar al descubierto
a una buena rastra de poetas
de todas las épocas,
añoro
 y por ello me muero,
en poder sacar de un cesto viejo,
un poema sin leer,
obra de un buen maestro,
que se salvara de ser lavado
por estar limpio por dentro.

Escribí en mis días, 
yo niño,  
de ir todavía al colegio,
y así dije
y ahora viene al caso,
poner un ejemplo:
 
Inflexible ante todo
mira,
contempla,
como el tiempo pasa.
Es,
fue y será
piedra
que el tiempo no ablanda.

Y no me equivoqué,

era un general
duro al igual que un roquero,
rechoncho,
 hasta ese extremo
que hubiera podido 
rodar y dar la vuelta
al mundo entero,
sin necesidad de transporte,
terrestre, fluvial o aéreo,
usando de fuelle
la fuerza de sus pedos.