Tierra de la que nos echaron cuando estalló el fuego de la adolescencia.
Sonrisa que trae de la mano un pañuelo con lagrimas.
Luchamos contra el monstruo de la obscuridad y el desafecto y vencimos.
Hemos aprendido que crecer no siempre es perder.
La mochila esta repleta de momentos, que no se olvidan.
Como si fueramos niños, nos siguen contando cuentos para manternos dormidos.