Cuando conocí esos ojos
sacados del mismo cielo,
entonces entre abrojos
quedé prendado de ellos.
Eva se llamaba la niña
quien desde ese día me cuidaba,
como cual madre a su cría
y a veces me regañaba.
Tanto a mí se había hecho
que cuando jugaba me esperaba,
así me encontrara maltrecho
para mí siempre estaba.
Cuando desaprobé geografía
vino a mi casa cual profesora,
instruirme ella pretendía
hasta no recuerdo que hora.
Después cuando me agarré a golpes
con un antiguo vecino
ella me curó con mucho porte
asustada por lo ocurrido.
Al final se fue lejos a estudiar
y aunque como un niño lloré,
debía dejarla marchar
ni una nota le dejé.
Hoy en día, el corazón la extraña
con mucha nostalgia se acuerda,
de su niña dulce, media rara
siempre pregunta por ella.