La mano anciana
buscaba tras las ropas
el cuerpo amado.
Buscaba al niño,
al cuerpo inmaculado
de aquella infancia.
Pero el vacío
decía que no estaba
bajo el vestido.
Y es que hace tiempo
el viento del oeste
rompió esa magia.
Fue la galerna,
llegando en pleno otoño
a las traineras.
Y se llevó
el cuerpo de aquel niño
que ahora se añora.
De él solo quedan
recuerdos y migajas
de aquella infancia.
Pero el abuelo,
que sigue en el retrato,
dejó sus besos.
Por eso busca
la mano de la anciana,
curar su alma.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/10/23