Un sol ardiente me alumbró por vez primera
Entre las nubes de Monte Albán y Ñundeui...
Enardeció mi frente y me dio el color canela.
Me cobijó una floresta, multicolor y florida
entre frescos manantiales.
Las gigantescas montañas,
guardianes de Ñudzavuiñuhu, (Mixteca Alta)
centinelas del Anáhuac,
que se extienden portentosas
como acariciado al cielo
y forman El Nudo Mixteco,
me dieron mi primer beso
cuando miraba hacia el cielo…
En esa ara sagrada
en los llanos Ñundeui (Costa Mixteca)
mi madre con sus dos brazos desnudos
me elevó en sus oraciones
ofreciéndome a los dioses, que viven allá tan lejos....
En un cielo mudo y ciego...
Allá, donde escondidos moran....
los Dioses de la Mixteca y de Mitla.
Los guardianes de mi pueblo,
que igual que todos los dioses
son sordomudos y ciegos,
pues no escuchan los lamentos
de la empobrecida gente…
Y decían, aquellos hijos del sol,
que traían a un Dios perfecto,
lleno de luz, de amor y de gloria…
Que era el Dios de la esperanza,
del perdón y la abundancia…
Mas pronto nos dimos cuenta
que los únicos que gozan
de esa tan rara fortuna,
ciertamente, jamás fueron mis abuelos;
porque hasta el cuello les duele
de tanto rogar al cielo;
pues igualmente que los dioses del Anahuac
nos desconocen e ignoran
y nunca nos traen consuelo…
*
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