Besa la lluvia
los campos, dulcemente,
en este otoño.
Es la garúa
que baja soñolienta
a la campiña.
Yo la contemplo,
la miro con tus ojos,
y hasta sonrío.
Recuerdo un día
que juntos recibimos
también sus besos.
Éramos jóvenes,
y estábamos unidos
en un poema.
Aquellos versos
salían de las almas
sin darnos cuenta.
No había rimas,
ni frases rebuscadas,
solo tú y yo.
Y hasta la lluvia
cambiaba su mensaje
por las sonrisas.
Así sus besos,
suplían el silencio
de nuestro amor.
Lluvia y caricias
que hoy volvéis de nuevo,
¡seguid en mí!
Rafael Sánchez Ortega ©
29/10/23