Sólo tus tibias manos pueden sostener el timón de mi derrota,
buscar alternativas a la arbitraria singladura de un sino
escrito por un dios ebrio,
por tu indiferencia, proscrito.
Soy el hombre de la frente afortunada,
por ti acariciada,
y con ojos de buey,
casi en el mar,
te miro.
Ahora sé hacia donde me dirijo,
y un cortejo de mariposas alzan el vuelo,
se hacen nube, y llueven besos,
por eso mi cabeza busca tu playa
y reposa bajo tu pecho.
Solo tus tibias manos saben
que soy marino cuando me alejo.