JUSTO ALDÚ

FUGA

FUGA

 

Levantaste la tienda

y el rimero de cosas que enriquecían tu vida

te olvidaste llevar.

Todo lo abandonaste, todo…

-Un gorrión lejano cantaba en el estero

como ángel de paz-.

Solo quedan los frutos de tu tiempo

por aquellas madrugadas

donde  sembré miradas en los valles de tu cuerpo

y coseche llamaradas con el paso del tiempo.

 

El ademán resuelto de un cuidado descuido 

con ademanes finos y tintineos de cristal,

cierta aureola  altanera algo teatral representaba

lo que en tus fugas era una atávica ficción.

 

Tu esencia humanizada desertó de mi vida,

tal vez como estallido de una inocente espora

por eso creo que huiste sin mezquindad ingrata

deletreando tímidos senderos para siempre.

¿Qué eras? ¿fiel consejo de ancianas experiencias

o tierna inflorescencia de corola infantil?

O un piélago de aurora, o el humus de la tierra?

A veces creo que fuiste lo que nunca existió.

 

Mi terquedad es tanta, la obstinación me muerde.

Ese manto sin ruido que amodorra mi voz

Aspiro aquel perfume que moja mis sentidos,

accedo a tu recuerdo por mis poros… y vuelves.

 

Siento que eras retorno –tu nunca fuiste ocaso-

que novedad insólita de siempre amanecer.

Me distraigo en tu risa desenvolviendo el tiempo

al ver de nuevo la cinta de tu vida al revés.

Te imaginé clorofila de tierra, humus y mantillo de rosas,

quizá eras afluente del aire,

vertiente de la ausencia atada a los giros del viento.

 

Oh, mi amor,

cuánta historia metida hasta la médula,

más te quedaste siempre en tu propio momento.

Un pie entre las marismas de incierta eternidad

y el otro con las ansias de apoyarse en la vida

y tentativamente seguir abriendo caminos.

 

Y ahora…

Todo sonido es seco,

Todo sabor es soso

Todo es ambiguo, átono

Tú estás, pero no estás.

 

 

 

 

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