Un niño recuerda al monte,
un niño está recordando
con ojos de limoneros
y lágrimas de naranjos.
¿Por qué le pregunta el niño?
¿Qué le estará preguntando?
si el monte no tiene oídos
y ni voz para escucharlo.
Se los quitaron de golpe,
con fuerza se los quitaron,
a tiros de fusileros
y a ruido de cañonazos.
Las bombas de los cañones
le han arrancado de cuajo
el verde de sus limones
y el rojo de sus naranjos.
El monte está silencioso,
el monte sufre quebranto
porque le faltan jilgueros
que le alegren con su canto.
Quedan las huellas de balas
sobre rocas y peñascos,
allí donde combatieron
soldados que eran hermanos.
Las piedras son paredones,
los troncos son fusilados,
la tierra se ha vuelto roja
por el dolor derramado.
El río corre deprisa
cuando era un río de pasos
lentos de los campesinos
para abrevar su ganado.
El campo de trigo tierno
de estiércol se ha vuelto el campo,
campo de batalla estéril,
campo que guarda al soldado.
Maldita guerra maldita
que al monte lo ha transformado
y en sus laderas y oteros
fosa de muerto olvidado.
Maldita guerra maldita
que lleva sucias las manos,
los hombres pierden la vida
donde corría el arado.
Maldita guerra maldita,
malditos los hombres malos,
dejad al bosque ser bosque,
dejad al campo ser campo.
El niño ya no recuerda,
el niño ya se ha olvidado
de cuando subía al monte
para cuidar su rebaño.
¡Miguel! rabadán infante
de campos de humo cubiertos,
aunque en la tierra descanses
no te callarán ni muerto.