En el rincón de mis recuerdos,
el reloj se convierte en un testigo
silente de lo que fue,
su tic-tac apenas perceptible
en medio de la quietud.
Allí, el tiempo se suspende,
y cada instante se cristaliza
en un eterno presente,
preservando los momentos
que compartimos.
Mientras el reloj del mundo
avanza inexorablemente,
el mío se detiene
para atesorar cada detalle
de nuestro pasado,
protegiendo este amor
que se niega a desvanecer.