Y la luna besó al sauce
solitario en mi jardín.
Por mi ventana la siento
atravesando sus ramas
mientras la noche en silencio
la resguarda agazapada
hasta la puerta del alba
que le marcará su fin.
Creo que busca refugio
para su desnuda imagen
cuando las nubes se marchan
y la dejan olvidada
en un celeste infinito,
que parece que no acaba,
y va buscando escondites
a los ojos que la invaden.
¡Atrápala bello sauce!
y mécela entre tus ramas,
ofrécele entre tus sombras
un nido para su luz,
abrázala hasta la aurora
porque es grande su inquietud
de ver que la noche avanza
y se le acaban las horas.
Y la luna silenciosa
abandona al bello sauce,
no es dueña de su destino
que la lleva al infinito,
y allí que se queda el árbol
con lágrimas de rocío
porque la quiso un momento,
mientras la tuvo un instante.
Por las noches ella vuelve
al calor de mi jardín
y allí la espera mi sauce
con su actitud de llorón,
llora por verla lejana
aunque parezca cercana,
suspira porque la quiere
y ella se siente feliz.