Anoche soñé la muerte, viajaba en la luna clara
venia vestida de blanco, con bello traje de gala y su cabellera larga,
bajo una nube de estrellas bordada de pura plata,
en sus manos delicadas azucenas perfumadas.
La muerte me sonreía con su sonrisa calmada,
y sin prisa me ha invitado a su castillo de hadas,
que siempre está iluminado con auroras apagadas,
me cuenta que está muy sola, que no escuchan sus palabras,
que rehúyen su presencia y que espanta su mirada.
Ofrece ir a su balcón, y he quedado deslumbrada
el mar inmenso, profundo con su canto de nostalgia,
aguas de quietud eterna sobre las almas cansadas,
un cielo de nubes grises como fino chal de lana,
valles de espesa penumbra, bosques, montañas heladas,
ciudades adormecidas, el desierto de la nada
y una paz desconocida que nunca antes encontrara.
Tiene arcas de cristal donde ha guardado las penas,
dolor y desesperanzas de todos a quienes lleva,
ha borrado el sufrimiento, cierre del sufrir y yagas,
en ciclo tan natural como aquel de la llegada,
sueño reconciliador ante lo desconocido, donde quedaran saldadas las deudas acumuladas.
y poco queda que hacer, tan solo reconocer, te encontrara donde vayas.
La muerte siempre vendrá, nada detiene su marcha,
y como dice aquel Odun, pagarás por esta estancia
tu cuerpo será moneda bajo la tierra sagrada que te lleno de presentes,
y celebró tu llegada, sobre ella te realizaste, tu huella quedo marcada
aquella continuidad que hará perdurar tu casta,
disfrutaste de la fiesta que la vida nos regala,
ahora todo termino, ahora simplemente paga.