Llevaba un sombrero oscuro de copa
se escucha ecos de zuela y su bastón.
Con un pulso aterrado que galopa
escapo con presura al callejón
.
Tropiezo, me hiero, desgarro mi ropa,
se acerca como viendo una función;
con mi miedo, sudor y sangre en sopa,
me apuro, al sentir su respiración.
.
Las luces intermitentes se apagan.
Doy vuelta. ¡Está a centímetros de mí!
y estira sus manos que me abutagan
.
Pupilas rojas de lagarto vi,
que aspiran, me exprimen y me tragan
quedando algo menos que un maniquí.
Despierto de aquel sueño por instantes,
camino por alguna callejuela,
sumido, anhelando a mis semejantes
oyendo ecos de un bastón y una zuela
.
Observo mujer de una faz brillante
que corre cayéndose sin cautela;
La alcanzo, agarrándola con mis guantes
sabiendo bien, que se ha quedado lela.
Con un rostro que las modelos jactan
y con un susto único desde el parto,
trasciende mi cuerpo y mi alma, putrefacta
.
Su pecho se seca, se exprime en infarto
y veo, que sus pupilas refractan
mis ojos de maniquí... y de lagarto.