Como un cuervo solitario, guardo el recuerdo de tu insidia,
En las sombras de mi alma, tejí mi aflicción y mi tragedia.
Tu clamor fue un pozo lleno de vilipendia, sin concordia,
Donde mis ensueños se ahogan en una eterna desidia.
Tus labios tersos eran ponzoña, muerte en dulce perfidia,
Y en el ocaso de mi dogma, forjé mi furia en la exidia.
Entre penumbras malditas, me envuelvo en la negrura tibia;
En cada recoveco, maldigo tu presencia con rabia.
En este universo sombrío, erigido con mi suplicio,
Mis lágrimas son aguijónes que matan sin compasión,
Y mis suspiros son ecos de una emulación infernal.
Que tu nombre se pudra en mi tumba, que arda en su propio juicio,
Pues mi odio será eternal, cual oscuridad sin redención.
Mi venganza será tu defunción: un óbito banal.