jvnavarro

ROMANCE COJO DUELO A ESTOCADAS

Resaltaba la silueta de la mujer amada,
que de la cama de un gran salto sin vestir se alzaba,
ya el amante sin prisas se vestía y bien calzaba,
de esta forma lo hacia y no le pasaba nunca nada.
 
Una maldita mañana ella ya muy apagada,
en la que el gallo con mucha tristeza no cantaba,
se oía un portazo astillando las quijadas
de una puerta siempre permanentemente cerrada.
 
Se oía a los criados con fuerza gritar ¡va a matarla!
En la casa sobresaltados se ponen en guardia,
ya el perro muy asustado meneaba la cola,
la gata crispada maúlla mientras arañaba.
 
Alerta estaba el galán que presintiendo celada,
por una gran ventana que da al jardín escapaba.
Ahuyenta el aire al pasar colérico el marido,
le dolían los cuernos más que una buena cornada.
 
En la ciudad todos saben del fatal desenlace,
duelo a espada en la triste calle de la navajada,
ya llegaban dos testigos para contar el drama,
entre quienes sin conocerse se matan por nada.
 
Sin nada de injerencias por aquí solo mandaba
el odio del ofendido que clamaba venganza,
un hazme reír de las amistades de jarana
que en las tabernas contaban lo que venía en gana.
 
Ella la amada solo sabe que en esta jugada
algo tiene que perder, ya sea amor o fortuna,
ya la llamada honradez machacada y mancillada
o el cariño paterno por ser una descarriada.
 
Se oían pasos, eran del retador avanzando,
dispuesto va a matar de una estocada si hace falta,
lleva el florete tal si este fuera una fina llaga,
tal si supiera que solo él por aquí es el que manda.
 
Clama EL AMANTE: 
Por un beso de amor daría yo mi vida
y por esta mujer que ya ha sido tan bien amada
mato a quien sea, ya el infierno sea mi morada,
no quiero más gloria que estar con ella para amarla.
 
Se oyen ruidos, es la justicia que viene apurada,
sabe del lace, y sabe muy bien lo que allí pasaba,
no se pueden permitir que el duelo tome más cartas,
ni que muera, el amante, el marido o la muy amada.
 
Se siente como los floretes grandes chispas sacan,
un grito se oye tal vez de una certera estocada,
entrando en la carne que se desgaja tal naranja,
con el corazón roto de quien del suelo no se alza.
 
Se va el ofendido con su honra ya más que salvada.
Sabe que ha ganado y sabe que no se lleva nada,
pues dos corazones rotos en tan mala mañana
son muchas desgracias para tan sola una estocada.