Romey

Sincronía de dos destinos

 

Matilde, según sé, se escindirá de sí misma

en la gran angostura de un solo puerto amargo

con el revuelto mar azotando al azorado

duro navío, que ya habrá perdido de vista,

pero la constriñe todavía un vivo sueño,

el espejismo que le engendrara tanto duelo

y la pequeña alegría baldía del loco

amor por ese seco suelo, cielo escabroso

donde el vigor de sus tácitos pasos resuena

cual el eco de tormenta tras la opuesta puerta,

en el corazón del triste Fidel, mozo firme

y diestro en el díficil arte de describirle

el gozo de los hermosos peces saltarines

a la riente dama cuya senciyez sublime

lo yena de yuvia, aunque el calor febril subsista

en su búsqueda aparentemente muy sufrida