Si escucho un viejo y triste tango, lloro.
Afloran mis lágrimas de tanta emoción.
¡Oh, viejo tango sutil y, de divino coro!
Ayer, transformado, en tango canción.
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Nadie quiere verte, en ecos de tambor.
Pero, en el ocio, eras la oda, del negro.
No sabes cómo, defiendo, tu real albor.
Al poder decir, de dónde sos, me alegro.
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De son de negro, sin dudar, de ahí venís.
De los días que, Rosas, daba los recesos.
Y ese negro bien trajeado, visitó a París.
Y tango y negro, de allí, afloraron ilesos.
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Tintineó el bandoneón y a bailar salieron.
Rico y pobre, nadie se quedó en el banco.
Así, con sorpresa, en París los recibieron.
El Candombe se fue, a divertir al blanco.
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Tocó irse a París, la Meca de la novedad.
Vestido de frac y levita y, pintada la cara.
Así, lució el Candombe en la gran ciudad.
París fue la cima, para lucir ropa tan rara.
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¡En París, se bailó y cantó, ese tal, tango.
Y en el Orbe, quedó tañendo, por Mango!